El miedo a quedarse fuera de planes, eventos o experiencias ha encontrado su máxima expresión en el entorno digital a través de lo que se conoce como FOMO (Fear of Missing Out). Las redes sociales han convertido este fenómeno psicológico en una realidad cotidiana, especialmente visible durante el verano, cuando la actividad social y la exposición online se multiplican. La ansiedad, la comparación constante y la presión por estar siempre al tanto de lo que hacen los demás marcan el día a día de millones de usuarios.
Distintos estudios y expertos concuerdan en que el FOMO afecta de manera más intensa a los jóvenes, pero no discrimina por edad, y se observa con claridad en épocas de vacaciones. Este fenómeno, lejos de ser algo anecdótico, está reconocido como un factor que puede impactar en la salud emocional y en la percepción de bienestar, alimentando sensaciones de vacío, insatisfacción y desconexión de la propia realidad.
Qué es el FOMO y por qué se dispara en verano
El FOMO se define como la angustia por perderse experiencias gratificantes que otras personas parecen estar viviendo, una sensación intensificada por la visualización constante de fotos y vídeos en redes sociales. La Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental señala que hasta un 69% de los españoles entre 18 y 34 años dice haberlo sentido, especialmente en periodos festivos. La presión social, las imágenes idealizadas y la comparativa con los demás conducen a emociones negativas como la ansiedad, tristeza o inseguridad, dificultando la desconexión real incluso cuando se busca descanso.
Según la psicóloga Steisy de la Torre, la cultura del verano como época de disfrute máximo acentúa el efecto del FOMO, ya que las expectativas sociales se ven magnificadas por el filtro y la fracción de realidad que se muestra en redes. Esta comparación permanente suele ser más nociva en los más jóvenes, para quienes la pertenencia y la validación externa tienen un peso fundamental.
Las señales de que el FOMO nos está afectando pueden ser sutiles pero persistentes: revisar constantemente las redes, sentir que lo vivido nunca es suficiente, experimentar emociones negativas tras el consumo digital o incluso forzar planes para evitar la sensación de vacío.
Efectos en la salud y el bienestar: de la ansiedad a la soledad digital
El impacto del FOMO va mucho más allá de la inquietud puntual. Puede dar lugar a síntomas de ansiedad, distorsión de la realidad, frustración, baja autoestima e incluso aislamiento social. Expertos como Jean Twenge destacan su relación directa con el aumento de la ansiedad y la depresión, sobre todo entre quienes utilizan el móvil y las plataformas sociales de forma intensiva. Para profundizar en cómo gestionar el consumo digital y sus efectos, puedes consultar nuestro artículo sobre el impacto cultural del uso de redes sociales.
El fenómeno también influye en las relaciones personales y el desempeño laboral. Un ejemplo claro es la tendencia a revisar el correo electrónico o los mensajes de trabajo incluso en vacaciones, temiendo perderse novedades o proyectos relevantes. Este patrón de hiperconexión reduce la verdadera desconexión, incrementando el estrés y dificultando el equilibrio entre vida personal y profesional.
No solo se limita al ámbito privado: la preocupación por no formar parte de acontecimientos laborales clave provoca que muchos profesionales estén pendientes de sus dispositivos constantemente, intensificando el círculo de ansiedad y desconexión emocional, aún rodeados de interacciones digitales superficiales.
Claves y consejos para reducir el FOMO en la era digital
Los expertos coinciden en que el primer paso para combatir el FOMO es tomar conciencia del uso de las redes sociales. Entender que lo que vemos no siempre refleja la realidad y establecer límites claros en el tiempo y la frecuencia de conexión ayuda a rebajar la presión de la comparación social.
Algunas estrategias recomendadas para gestionar mejor este fenómeno incluyen:
- Establecer horarios de uso de dispositivos para evitar la exposición continua a la vida de los demás.
- Configurar notificaciones solo para lo realmente importante, reduciendo la sensación de alerta constante.
- Priorizar actividades presenciales, sobre todo en espacios naturales, para favorecer el autocuidado y la atención plena.
- Practicar la gratitud por las propias experiencias y revalorizar lo cotidiano frente a expectativas idealizadas.
- Fomentar relaciones auténticas y encuentros en persona, aunque sean simples y cotidianos.
En este contexto, ha surgido el concepto de JOMO (Joy of Missing Out) como una alternativa basada en el disfrute consciente y la selección voluntaria de las propias actividades, aprendiendo a priorizar el bienestar y a poner límites tanto en la interacción social como digital.
Iniciativas educativas y regulación: hacia una relación más saludable con la tecnología
Universidades y entidades sanitarias están promoviendo cursos y talleres para abordar el FOMO en la juventud y en la población en general. En la Universidad de León, por ejemplo, se ofrecerá el curso ‘Conectados pero solos: El fenómeno FOMO en las redes sociales’, enfocado en analizar sus efectos psicológicos y dotar de herramientas prácticas para afrontarlo desde la educación y la concienciación.
En la esfera pública, algunos países comienzan a debatir leyes para restringir el acceso de menores a redes sociales, mientras que escuelas y familias implementan guías y controles parentales para un uso más seguro y moderado de la tecnología. Para entender mejor cómo las plataformas sociales pueden influir en la percepción social, consulta nuestro análisis sobre el impacto de las redes sociales en la salud mental.
Dentro de las empresas, se observa una tendencia creciente hacia la flexibilización de las políticas de vacaciones y la promoción del bienestar digital. Evitar el riesgo del FOMO laboral requiere planes de desconexión y delegación, así como la adaptación de las expectativas para fomentar una experiencia vacacional más transversal y relajada entre los equipos.
Es fundamental concienciar sobre la importancia de establecer límites tecnológicos para proteger la salud emocional en un mundo cada vez más hiperconectado. Aprender a distinguir entre la conexión real y la mera presencia digital ayuda a prevenir los efectos adversos del FOMO, facilitando una mayor satisfacción en el momento presente y en las relaciones auténticas.