¿Por qué se comen palomitas en el cine?

CIne y palomitas.

Da igual si te gusta comerlas o no. El olor a palomitas de maíz es prácticamente lo mismo que decir bien alto la palabra «cine». Y es que no hay un snack que nos identifique tanto con esa sagrada (para muchos) tradición de sentarnos en una enorme sala con otros muchos espectadores, esperar a que se apaguen las luces y sentir esa historia que nos van a contar. ¿Alguien puede imaginar un mayor placer que hacerlo con un buen bol de maíz inflado en las manos?

Más de un siglo de tradición

Si alguna vez te has preguntado al estar comiendo una de esas raciones de palomitas en el cine que cuál es su origen, pues hay que ir a buscarlo a los EE.UU., cuna del séptimo arte y lugar donde se adoptaron las primeras medidas para convertir todo lo que rodea al cine en un negocio de provecho, tanto para los que hacen las películas como para los que las exhiben en sus salas comerciales. ¿Pero tienes idea de dónde viene esa tradición?

Antes de nada hay que recordad que EE.UU. es uno de los mayores productores de maíz del mundo y, por tanto, tienen la suficiente materia prima como para hacer palomitas que se puedan consumir en cines. El problema llegó en los primeros años, cuando las salas se vestían de lugares elegantes y asistentes distinguidos por lo que eso de comer allí, sentados, era prácticamente una ordinariez. Así que se prohibió.

Palomitas de maíz.

Pero el fenómeno comenzó a explotar en la calle, con puestos ambulantes que se pegaban a los accesos a las salas para vender a los espectadores sus raciones antes de comenzar las películas, por lo que poco a poco ese aroma inconfundible, y su asequible precio, hicieron el resto: las palomitas se transformaron en el principal snack para comer mientras se disfrutaba de un buen film.

Y llegó el negocio

Ahora bien, ¿un puesto ambulante va a llevarse el dinero que podría conseguir la misma sala en la que se proyecta la película? Ese fue el instante en el que todo cambió y los exhibidores comprendieron que buena parte de la recaudación no estaba tanto en la venta de la entrada misma, sino en todo lo que rodea a la parafernalia típica de ir al cine. Es decir, la venta de palomitas y refrescos, que suponen un gasto casi idéntico al de meternos a ver la película.

Es más, durante la Segunda Guerra Mundial, el racionamiento de algunos alimentos no afectó al maíz, por lo que las salas siguieron ofreciendo sus palomitas, que eran consumidas con fruición por ciudadanos que acudían a las salas a olvidarse de los horrores del conflicto, lo que ayudó a afianzar todavía más esa costumbre que, con el paso de los años, acabó dando el salto a otros países del mundo. Entre ellos el nuestro.

Palomitas TV

Por cierto, ¿sabéis por qué existen tres tamaños de raciones de palomitas para elegir? Inicialmente solo se ofrecían dos, la pequeña y la grande. Los cines, que querían vender la más cara, se dieron cuenta de que casi todo el mundo escogía la ración más barata así que para engañarnos añadieron una tercera categoría entre las dos, la ración mediana, con un precio más cercano a la ración grande que a la pequeña, de tal forma que la percepción del cliente cambió (se llama «efecto señuelo») y eso que originalmente parecía caro comenzó a ser visto como algo más barato, por lo que las ventas se multiplicaron.


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